'¿Cuándo quedamos?'

Imagen de Adolfo Pizcueta
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Pedro Soler, Partner & Director Creativo en Sowhat.team, rinde homenaje en el siguiente artículo a Adolfo Pizcueta, ejecutivo publicitario ligado entre otras cuentas a Mercedes, que falleció el pasado sábado a los 82 años de edad.

Foto de Pedro Soler

“Antes de ser famoso, Humphrey Bogart era un actor de reparto que aparecía en  películas de clase alta como el típico personaje fino y caballeroso que decía eso de:  Anyone to play tennis?.Salvando las distancias, Adolfo era nuestro Humphrey Bogart castizo. Guapo, elegante y de Chamartín. Sabía cómo introducir esa frase que distendía el ambiente y convertía el mayor  problema del mundo en algo sin apenas trascendencia. Su Anyone to play tennis? era un ¿cuándo quedamos?... 

A presentar la campaña, a hablar con el cliente, a comer, a jugar al mus, a cualquier cosa. Obsérvese, la palabra quedar. Quedar dice mucho más de lo que aparenta. Es la  palabra que utilizamos para vernos con los amigos. Y ese era, precisamente, su secreto: Adolfo no trataba a un cliente como un cliente,  lo trataba como un amigo. Una diferencia fundamental con el resto de los directores de Cuenta del planeta.  

Así consiguió que en Mercedes-Benz fuera considerado como un hombre de la casa. Y  en Renfe, y en Iberia, y en Seur, y en todas las cuentas en las que trabajó. 

Cuando entraba en las oficinas de Mercedes-Benz, era como si entrara Mr. Lobo.  Alguien que iba a resolver los problemas con bonhomía y afabilidad. No solo de  Marketing y comunicación, sino de cualquier cosa. De los hijos, de dónde hay un buen  sastre, de dónde se come gallego en Nuevo York, de esa rodilla que la vea el Dr.  Guillén. Nada se le resistía. 

Si Stanley Bendelac era el líder de Delvico, a Adolfo se la soplaba, porque él era el más  querido. El más cercano. El más ufano. Una presencia única. Y flipabas. 

Porque estabas acostumbrado a que los clientes impusieran temor a los ejecutivos, a  los creativos, a los directivos de las agencias. Y aquel hombre era capaz de hacer que la  relación fuera personal, fácil y tremendamente útil.  

Estaba orgulloso de una de las primeras campañas que gestionó: En Iberia sólo el  avión recibe más atenciones que usted. Quizás porque ese recibir y dar atenciones es  algo en lo que se sentía identificado. Y los demás apreciaban de él.

Carlos Villegas, uno de los grandes copies de la era dorada de la publicidad, tenía un  cartelito en su mesa dirigido a los ejecutivos que entraban desesperados por cualquier  motivo: A este despacho se viene llorao. Rafael Balades, uno de los grandes directores  creativos de todos los tiempos, tenía otro cartel encima de su mesa que decía: A este  trabajo venimos a divertirnos. Adolfo Pizcueta, el director de cuentas que mejor ha  gestionado grandes cuentas en grandes agencias, podría añadir un tercer cartelito: A este trabajo se viene a hacer amigos, si no, no vale la pena. 

Adiós, Adolfo, ni se te ocurra preguntarnos ¿Cuándo quedamos?, porque la intención  es tardar todo lo que se pueda. Pero, muchas gracias por demostrar que se puede ser  tan buen profesional sin dejar de ser tan buena persona. Te echaremos de menos”.