'Dejar en visto'

Celia Caño, Managing director en Equmedia, ofrece su particular visión del panorama publicitario en nuestra sección ‘Anuario 2024’. ¡No te la pierdas!.

“Es algo tan rutinario que puede pasar desapercibido, pero uno de los pilares básicos sobre el que sustentamos nuestras interacciones cotidianas, tanto personales como profesionales, es la posibilidad de comunicarnos con los demás de forma instantánea. Para aquellos de nosotros que aún podemos recordar cómo funcionaba el mundo antes de que vinieran el correo electrónico y el WhatsApp, el hecho de poder enviar y recibir mensajes desde cualquier lugar y en cualquier momento es una cosa estupenda, un auténtico regalo que nos ha traído la era digital.

Pero, como diría un troyano, ¡cuidado con los regalos! Igual que pasó con aquel traicionero caballo de madera, resulta que la instantaneidad de la comunicación lleva en su interior algunas sorpresas que, a lo mejor, no son tan bonitas como aparentan.

Por ejemplo, esa inmediatez ha generado en algunas personas unas expectativas (infundadas) de absoluta disponibilidad por parte de los demás. Afortunadamente no sucede con todo el mundo, pero hay gente por ahí que, si no respondes inmediatamente sus mensajes, ¡se enfada!  “Me has dejado en visto”, dicen muy indignados. Consideran que el hecho de no responder de inmediato su solicitud es una falta de respeto o, al menos, una clara muestra de desinterés.

Y, sin embargo, pienso que la verdadera falta de respeto es esperar que yo deje todo lo que esté haciendo y atienda sus demandas en el acto. El mero hecho de verme obligada a explicar que “estaba muy ocupada en ese momento” me resulta irritante y ofensivo.

Comprendo perfectamente (porque la sufro) la urgencia que caracteriza a nuestro entorno profesional y sé muy bien que la rapidez es un factor esencial en muchos procesos de toma de decisiones y de coordinación de tareas. Pero también sé que es necesario establecer prioridades y mantener un control en las respuestas, tanto en el tiempo como en la forma. De hecho, creo que lo contrario resulta extremadamente peligroso y, como mínimo, poco saludable. Deberíamos ser conscientes de que la vida de los demás está repleta de responsabilidades que pueden interferir con su capacidad para dar una respuesta inmediata a cualquier solicitud que podamos hacerles.

Aquí, como en tantas otras cosas, la empatía juega un papel fundamental. Todos vivimos inmersos en este mismo entorno acelerado, por lo que resulta esencial reconocer y respetar las posibilidades de los demás. Establecer unas expectativas realistas y comunicar claramente la verdadera urgencia de un requerimiento puede ayudar a evitar malentendidos y a construir una cultura de la comunicación en la que la rapidez sea compatible con el respeto al tiempo ajeno. Así, tal vez podamos reducir el malestar asociado a que te “dejen en visto”. Y ojo, no se trata sólo de que la inmediatez en la respuesta no siempre resulte posible. Es que, con frecuencia, ni siquiera es deseable. “Rápido, Jaimito ¿Cuántas son dos y dos? Cinco, profesora. Mal, Jaimito, muy mal. Profesora, recuerde que usted pidió rapidez, no precisión”.