'Cambio de ritmo'

A continuación les ofrecemos en exclusiva un nuevo artículo de opinión de Juan Manuel Beltrán, Bussiness Developer en Massarius. ¡No te lo pierdas!

“Cuando este escrito vea la luz el que esto escribe habrá formalizado su petición para integrarse en la noble categoría denominada como “clases pasivas” y estará acariciando con los dedos ese idílico estado de la jubilación activa. Han sido bastantes años de pelea y la mayoría de ellos en este sector, al que he visto mutarse y transformarse sin acabar nunca de alcanzar la culminación del reposo. Mucho me temo que lo que se avecina anuncia cambios todavía más profundos y significativos, pero a esa conmoción estructural asistiré desde una posición distinta y sin sentirme amenazado.

Desde finales de los 80 he convivido con muchos, sufrido a pocos y admirado a algunos que me enseñaron, que me apoyaron y a los que debo gran parte de lo poco conseguido. La gran mayoría me precedieron y ya son, como yo, historia de esta profesión y demostraron que es posible llegar a retirarse estando activo, algo que muchos de mis amigos consideran, en sí mismo, un verdadero triunfo y algo cada vez más excepcional. 

Este sector ha decidido, junto con muchos otros, que los mayores de 50 somos una especie a extinguir y han sido, y son, piezas de caza en el libre coto de las empresas. Desde aquí declaro que eso, además de ser ilegal e inconstitucional, es un verdadero “contradiós” que desperdicia eficacia, experiencia, rentabilidad y capacidad de gestión. Prescindir de profesionales que tienen una enorme capacidad de trabajo, que saben lo que hacer ante cualquier problema, crisis o situación sin perder la calma; que no inician sus días con intención de que “el mundo se acabe tres veces al día” y que se centran en el mejor desempeño de sus tareas siendo conscientes de que ese es su destino, sin aspiraciones de medrar o de competir y dedicados sólo a la colaboración, enseñanza y eficacia, es una verdadera anomalía que deteriora el valor colectivo de las empresas. No servirá de nada, pero queda dicho a modo de epitafio personal.

Me gustaría dar las gracias a los que me sufrieron al mando de los equipos que me tocó dirigir, disculparme sinceramente si alguna vez he sido injusto con alguien o no he atendido debidamente a sus inquietudes, necesidades o problemas: jamás ha sido mi intención perjudicar a nadie a lo largo de mi carrera. Si no lo he conseguido, pido públicamente perdón a los que se sintieron agraviados por mi conducta o por mis decisiones. No puedo hacer mucho más.

Voy a seguir activo y doy por ello gracias a mi empresa, Massarius, que sigue pensando que todavía tengo algo que aportar, creencia que, como acabo de comentar, es extraña pero real. Eso sí: tuvo que ser una compañía holandesa la que confió en mí hace 6 años a mi tierna edad de 59: para España ya había muerto y era un vago recuerdo. Gracias sean dadas de forma pública y notoria y que sirva de ejemplo a las que hoy siguen guillotinando talento.

A los que seguís remando: os deseo la mejor de las suertes para capear los seguros temporales que os llegarán de la mano de la evolución tecnológica que amenaza con diezmar equipos, eliminar procesos y estructuras hoy consolidadas y terminar de apuntillar las cada vez más escasas relaciones personales en nuestra industria. 

Ni dejo nada ni aspiro a nada que no sea un plácido y silencioso olvido, de manera que el cumplimiento de mis acuerdos y compromisos seguirá su curso con pocas apariciones públicas salvo los escritos de esta revista que considera, el editor sabrá la causa, que lo que yo diga en el futuro puede ser interesante o provechoso para alguien que tenga el tiempo y la inconsciencia de leerlo.

Acudo a Cervantes y a sus versos para cerrar esta “cuasi despedida” que resume perfectamente mi futuro:

Y luego, in continente,

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese… y no hubo nada.

Sic transit gloria mundi”.