"Los profesionales de la publicidad en el ámbito digital ya están utilizando de manera directa o indirecta la IA"

El próximo 25 de Abril partir de las 09:30h el Periódico PublicidAD celebrará la octava edición del Foro Big Data & Inteligencia Artificial que tendrá lugar en Callao City Lights. Para ir calentando motores, llega la entrevista previa de la mano de Óscar Muñoz, Data Technology Director en GroupM España. ¡No te lo pierdas!

Más de mil expertos en IA, emprendedores tecnológicos y científicos en una carta abierta han solicitado a la industria una pausa en el desarrollo de herramientas de IA por el miedo a entrar en una carrera fuera de control. ¿Qué opinión tenéis al respecto?

La carta abierta del Future Life Institute propone una moratoria de al menos seis meses durante la cual se cesaría cualquier trabajo avanzado en el ámbito de la IA. Sus firmantes aducen que, a corto plazo, los sistemas de IA corren el riesgo de exacerbar el sesgo y la desigualdad existentes, promover la desinformación, alterar la política y la economía, así como ayudar a los piratas informáticos. 

Desde un punto de vista pragmático, la propuesta, como también defienden algunos, es imposible de llevar a cabo, porque, aunque se produzca un debate público mundial, en las condiciones políticas actuales van a existir gobiernos que se podrían oponer a tomar las medidas acordadas por una mayoría. Y aunque algunos estados adoptaran medidas regulatorias, no es realista pensar que algunas organizaciones, cuyo negocio depende del desarrollo de sus sistemas de IA, no vayan a continuar con su trabajo en secreto, renunciando así a la ventaja competitiva de realizar su I+D durante el tiempo que durara la hipotética moratoria.

Lo cierto es que la carta ha conseguido llamar la atención sobre unos riesgos que están ahí y sobre los que se debe trabajar con el objetivo de mitigar los riesgos. Pero esto debe hacerse en paralelo al desarrollo de la IA. Y es que una moratoria de meses o incluso de años ni es la solución ni es posible de llevar a cabo en la práctica y además perjudicaría el progreso científico-técnico. Se han invertido gran cantidad de recursos privados y públicos en el desarrollo de la IA, por ejemplo, a través de los programas de investigación financiados por la Comisión Europea durante décadas. Ahora que estamos comenzando a recoger los frutos de este esfuerzo, no creo que sea conveniente paralizar el desarrollo de esta rama de las Ciencias de la Computación que está teniendo un impacto muy significativo en todo tipo de áreas. 

En resumen, al igual que en otros ámbitos conocimiento humano, debemos encontrar la manera de beneficiarnos del progreso científico, mitigando los riesgos que surjan por el camino.

Se dice que la IA no sustituirá a los profesionales del marketing, pero ¿los profesionales que utilicen la IA sustituirán a los que no lo hagan?

En una encuesta de AI Impacts, en torno al 60% de los expertos estima que en un periodo de 30 años existirán sistemas de IA que sobrepasarán a los humanos en todas las profesiones (ya sea en términos de eficacia o de eficiencia).

Desde mi punto de vista, se está produciendo una sobrevaloración de las capacidades de la IA en contraposición con las de la inteligencia humana desde hace tiempo, y más aún con la llegada de ChatGPT. Noam Chomsky pone de relieve que ChatGPT y los programas semejantes están diseñados para ser ilimitados en lo que pueden memorizar, pero son incapaces de distinguir lo posible de lo imposible. Mientras que los humanos estamos autolimitados en los tipos de explicaciones que podemos conjeturar racionalmente, los sistemas de aprendizaje automático pueden aprender un hecho y su contrario, careciendo de muchos de los atributos que definen la inteligencia humana. Por muy útiles que puedan ser estos programas para la resolución de tareas concretas, sabemos por la ciencia lingüística y la filosofía del conocimiento que difieren profundamente de cómo los seres humanos razonan y utilizan el lenguaje. Por lo tanto, aunque pueda llegar el día en que las máquinas superen a los humanos tanto cualitativamente como cuantitativamente (la llamada singularidad tecnológica), atendiendo al estado de desarrollo tecnológico actual, no parece que ese momento sea cercano. 

Dejando de lado los pronósticos generalistas a largo plazo (el tiempo dirá si son acertados o no), lo cierto es que, por lo que respecta a la publicidad, desde hace años la IA ya está presente, en actividades tan importantes como de la compra de medios digitales mediante la automatización de tareas intensivas en datos, o más recientemente en la parte creativa, gracias a las herramientas de IA generativa. 

Me atrevería a decir que el 100% de los profesionales de la publicidad en el ámbito digital están ya utilizando de manera directa o indirecta la IA, aunque no sean conscientes de ello. Esto es debido a que desde hace muchos años se han ido introduciendo todo tipo de algoritmos basados en IA embebidos en las plataformas y herramientas con las que relacionamos y que los grandes “players” del mercado (Google, Meta, etc.) ponen a nuestra disposición para dar valor a sus productos y servicios.

Como agencia de medios, todas estas nuevas “commodities” están a nuestra disposición, pero también a la de nuestros competidores, por lo que nuestras ventajas competitivas se encuentran en ser capaces de conocer y aplicar las tecnologías de IA antes y mejor que nuestros competidores, siendo capaces de aprovechar muy bien aquello que las grandes plataformas ponen a nuestra disposición, pero también aplicando otro tipo de soluciones (propias o de terceros) a ámbitos que estos “walled gardens” no pueden cubrir, con el objetivo de optimizar la efectividad a lo largo de todo el portfolio de servicios que ofrecemos a nuestros clientes.

Hace unos años la IA nos parecía algo de ciencia ficción, pero, ahora, ¿la llegada de los ChatGPT nos está obligando, en cierta manera, a introducir la IA en nuestra vida diaria?

La IA lleva con nosotros desde 1956, momento en el que se acuñó el término por parte de una serie de expertos en Ciencias de la Computación durante la Conferencia de Dartmouth, los cuales dieron el pistoletazo de salida a la investigación en la “fabricación de máquinas que utilicen el lenguaje, formen abstracciones y conceptos, resuelvan las clases de problemas hasta ese momento reservados para los seres humanos, y mejoren por sí mismas”. 

La IA lleva presente en el desarrollo tecnológico desde hace ya décadas, impregnando todo tipo de áreas, tales como la fabricación industrial, la logística, el acceso a la información, la medicina, o la defensa, por poner solo unos pocos ejemplos de entre cientos.

Por lo tanto, las aplicaciones de la IA están presentes en nuestras vidas, podríamos decir sin exagerar, desde el momento del nacimiento de muchos de nosotros. La IA se ha utilizado en los motores de búsqueda desde sus primeras versiones, así como en la personalización de anuncios, o los sistemas de recomendación que nos ayudan a encontrar productos y contenidos afines en Amazon y Netflix. Sin el desarrollo de la IA, serían imposibles los asistentes virtuales como Siri y Alexa. Tampoco serían posibles, no ya los vehículos autónomos, sino muchos de los sistemas de seguridad que se encuentran en nuestros coches. Y existen muchas más aplicaciones de la IA que usamos en nuestro día a día: herramientas de traducción automática, sistemas de reconocimiento facial, filtrado de spam, etc. 

En resumen, ChatGPT es una más de esas aplicaciones, tan avanzada que ha llegado a sorprendernos, pero la IA ya lleva tiempo entrelazándose con la inteligencia humana, discretamente, en forma de soluciones a nuestros problemas diarios. Lo que estamos viviendo con ChatGPT no es más que otro ejemplo del llamado “Efecto IA” por el cual cada vez que la IA introduce una nueva tecnología, las personas se acostumbran a esta tecnología, deja de ser considerada IA y surge una tecnología más nueva de IA que acapara el protagonismo. Y este mismo patrón continuará en el futuro debido al propio objetivo de la IA de resolver problemas reservados a los humanos hasta un momento dado. Algo similar a lo ocurrido en los 90 con el ajedrez y los famosos enfrentamientos entre Deep Blue y Garry Kasparov, que en su día supuso otro hype de la IA. 

El acceso al ChatGPT está limitado en países como China, Rusia e Irán, y partes de África y en Italia ha sido vetado al descubrirse que hubo una violación a la protección de datos. ¿Cómo se está trabajando a este respecto?

En primer lugar, no está exento de coherencia que los países que limitan actualmente el acceso a la Web por parte de sus ciudadanos también limiten el acceso a ChatGPT, pues esta herramienta aprende de contenidos cuyo acceso podría estar restringido en estos países y, consecuentemente, podría ofrecer resultados no deseables para estos gobiernos.

Respecto de Italia y otros países de la UE, el problema es diferente, pues están velando por el cumplimento de las normativas de protección de datos. En el caso de Italia, el garante italiano de protección de datos personales afirmaba haber detectado que “no se proporciona ninguna información a los usuarios, ni a los interesados cuyos datos han sido recopilados por OpenAI y procesados a través del servicio de ChatGPT”. Alude, asimismo, a “la ausencia de una base jurídica adecuada en relación con la recopilación de datos personales y su tratamiento con fines de formación de los algoritmos subyacentes al funcionamiento de ChatGPT”, así como a la ausencia de mecanismos para verificar la edad de los usuarios, pese a estar reservado a sujetos que hayan cumplido al menos 13 años, según los términos de uso publicados por OpenAI. Inmediatamente después de que Italia prohibiese temporalmente a ChatGPT, OpenAI bloqueó ChatGPT en este país y anunció que colaboraría con las autoridades atendiendo a las exigencias del regulador italiano.

Cualquier empresa que proporcione servicios basados en datos debe cumplir con la legislación, ya haga mayor, menor, o ningún uso de la IA. Más aún, no existe una amenaza la privacidad intrínseca a la IA, del mismo modo, que tampoco lo son las bases de datos, o cualquier otra tecnología que interviene el flujo de recopilación, almacenamiento y procesamiento de los datos. OpenAI y cualquier otra empresa que quiera hacer negocios en nuestro mercado, se adaptará, indudablemente a nuestra legislación. No veo que exista ningún obstáculo insalvable a este respecto para el desarrollo de la IA.

Aunque la legislación es clara en todo aquello relacionado con la protección de datos personales, existen otro tipo de amenazas relacionadas con la veracidad de los datos, las cuales tampoco son intrínsecas a la IA, y con las que habrá que lidiar. Dado que ChatGPT aprende del contenido de la Web, ChatGPT podría ejercer como retransmisor de información poco veraz, sesgada, o inaceptable en nuestra sociedad (“fake news”, desinformación, contenido de odio, etc.). Para evitar este tipo de problemas, sus creadores han limitado la herramienta en varios sentidos, ya sea filtrando contenidos o rechazando peticiones inapropiadas. En cualquier caso, ChatGPT no deja de ser un modelo de lenguaje que no dispone de un conocimiento fiable sobre el mundo. 

Nuestra sociedad debe tomar medidas realmente eficaces para tratar este problema, y los gobiernos, en particular, deberían estar preocupados porque los ciudadanos tuvieran cada vez más capacidades de pensamiento crítico y científico, lo que, a mi modo de ver, es el mejor antídoto.

El dato cada vez se utiliza para más usos que el marketing. Empresas de seguridad lo emplean para la protección de personas y bienes, otras para evitar los fraudes e, incluso, para encontrar pareja. ¿Afecta esta situación de alguna manera al sector de la publicidad?

La reutilización del dato recopilado para otros fines puede enriquecer la cantidad de los datos disponibles para el marketing, permitiéndonos disponer de más información de más calidad para llegar a las audiencias de nuestros anunciantes, así como para elaborar mensajes más relevantes para los consumidores. Todo ello, por supuesto, teniendo en cuenta la privacidad de los usuarios durante todo el proceso de gestión de esta información, es decir, siendo completamente escrupulosos con la legislación de protección de datos.