Esta vida loca…

Ronaldo Schemindt, fotógrafo ganador del último World Press Photo, dijo, en una reciente entrevista, que las fotos “no son mejores por ser más duras”. Pues bien, lo mismo podría decir de las campañas de publicidad. Porque, otra cosa no, pero a la DGT no podemos criticarle que, a pesar de los cambios de gobierno, no siga siendo fiel a sí misma. Desde que, hace muchas décadas, una campaña de tráfico ganó premios en los grandes certámenes publicitarios como consecuencia de la dureza de sus imágenes, parece ser que las producciones dramáticas y explícitas (en algunos casos con realizaciones cercanas a lo gore) son la línea de comunicación para tratar de evitar accidentes y muertes como consecuencia de no respetar las normas de circulación y seguridad vial. Y esta fórmula la han usado hasta llegar al punto, como en su última campaña, en que los conductores pasan a ser asesinos y en que si tienes un accidente directamente serás condenado... “Según despiertes tendrás en tu cabecera a un agente esperándote, perderás el trabajo, irás directamente al truyo...”, reza el spot y realiza una pregunta fuera de lugar a cualquier homo sapiens programado en sus genes para sobrevivir: “¿Qué prefieres: vivir o morir?”, similar a la del famoso chiste de locos que decía: “¿Qué prefieres: susto o muerte?”. Entendemos que esta campaña está pensada para los responsables que, una vez a posteriori, se demuestre que son culpables, pero en el spot tiene un tono de dureza con elevadas dosis de crudeza visual y que, como decíamos al principio, se utiliza desde los años 90 independientemente de la agencia a la que se adjudique la campaña. Sin embargo, algunos estudios indican que el uso y abuso continuado de violencia visual no salva más vidas pues la audiencia se inmuniza ante el uso excesivo de una línea dura. Creo que está bien el rea ismo pero combinado con mayores dosis de pedagogía. No es necesario el uso de niveles de amenaza excesivos; se pueden conseguir los mismos resultados dialogando y convenciendo a la audiencia. Otro factor que suele atrapar a la audiencia es el factor emocional. Y, ¿qué mejor manera que hacerlo a través de la música? Una música que evoque, recuerde o, simplemente, invite a la reflexión. Pues bien, todo esto lo tiene la canción de los 90 de Francisco Céspedes, Esta vida loca, que Volkswagen ha rescatado para su último spot. Quizás, me atrevo a decir, un spot que muestra una realidad mucho más dura que cualquier campaña de la DGT. Gente que anda en bucle en patín, atrapados en las pantallas de sus teléfonos móviles, en sus palos de selfies, en sus cafés... Una imagen fría, sombría, que ofrece una metáfora de una vida rutinaria, aburrida, sin contacto humano... Y todo, resumido en una canción de fondo que describe a esta vida como “loca, loca, loca, con su loca realidad...” El cierre no deja lugar a dudas del mensaje que imaginábamos: “¿A qué estamos jugando?”, recita el claim. Para que, finalmente, el sonido de motor de un GTI entre en escena e interrumpa estas las imágenes. Impactante y brillante, en mi opinión. Una campaña breve, sin voz en off, sin especificaciones técnicas ni mensajes didácticos. Solo con imágenes, una canción y una pregunta anuncia un coche que no necesita presentación y, además, nos deja pensando. Sin duda, atrapa en el momento en el que escuchamos la canción y aún más cuando vemos las imágenes. Bravo. Mi punto negativo esta vez va para las pizzas de Casa Tarradellas porque ya estoy cansado... Llevo dos meses aguantando la historieta de una familia con dos hijas que se muda de casa y, la verdad, ¡¡¡no puedo más!!! Menos tiempo que la DGT hace que esta marca adoptó su propio tono para anunciar sus productos; un tono que destaca por historias que hablan de momentos cotidianos protagonizados por familias, amigos, padres e hijos que comparten situaciones “graciosas” (lo entrecomillo porque se lo parecerá solo a ellos)... La verdad es que han conseguido que aborrezca a todos y cada uno de los personajes de sus spots. Ya me pasó con el anuncio del padre que quería montar en patín eléctrico y se caía pero es que... ¡¡¡lo han vuelto a hacer!!! ¿Por qué? ¿Por qué esta tortura? ¿Por qué intentan proyectar una realidad tan forzada? ¿Por qué los personajes me parecen, con perdón, cada cual más estúpido? No sé al resto, pero quiero pensar que no soy el único que no concibe que existan padres como el del monopatín, ni hijas como las de éste último en que se tienen que mudar de casa: una que se aferra al cuarto de baño y la otra que “rapea” a su padre un tema... ridículo. En fin, invito a Casa Tarradellas a que dé una vuelta ya a su publicidad y que aprenda que, al final, no todo se soluciona comiéndose una pizza. Dixit.